lunes, 19 de octubre de 2015

Romper la frontalidad decimonónica

Áureo - Compañía Dantzaz

El pasado sábado 17 de octubre, vimos en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián no solo una propuesta artística, sino formativa. Un grupo de doce muchachos y muchachas eran sometidos a la prueba de trabajar con cinco coreográfos diferentes. Su obra llevaba el título de "Áureo", que se justificaba por lo elevado del experimento.
Aunque hubo mucho clásico, una de las propuestas hizo que el escenario decimonónico del María Eugenia se viera sumamente trastocado. Desde el comienzo de la obra entrábamos y veíamos en el vestíbulo del teatro, en las entradas al palco y en las escaleras centrales para acceder a ellos, danzarines moviéndose de manera espásmodica, entre la normalidad y la pérdida de la gravedad y consistencia. Una presencia sonora, responsabilidad de Mikel R. Nieto, acompañaba estos movimientos y los nuestros, pues incluso si nos dirigíamos al baño podía escucharse desde allí. ¡Hasta los televisores de seguridad estaban tomados! Se trataba de la coreografía transversal, "El jugo", de Jone San Martín.



Las distintas propuestas coreográficas se sucedieron y al final los muchachos nos soprendieron con un cambio de vestuario en escena. A ello siguió un final desconcertante... ¿acababa o no acababa? El público no sabía qué hacer: los más educados no pueden irse mientras haya un bailarín en la escena que merece su respeto y aplauso, otros aplican una situación ya vivida en el cine (marcharse mientras suena todavía la banda sonora de la película) pero muchos quedan de pie... indecisos... a medio sentarse. En efecto, la obra vuelve a romper la frontalidad: fuera se escucha una especie de sirenas, dentro una música para danzar en solitario. Un desconcierto que no era gratuito. Un "áureo" final.

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